Se trata de libros parroquiales o contables que, históricamente, eran utilizados por iglesias o parroquias rurales —y también en pequeñas localidades— para llevar un registro detallado de los ingresos, gastos y bienes vinculados a la iglesia o a la llamada fábrica parroquial.

En este contexto, el término “fábrica” no se refiere a una instalación industrial, sino a la iglesia como institución administrativa y económica. Esta acepción proviene del latín fabrica ecclesiae, que hacía referencia a la construcción, mantenimiento y funcionamiento de la iglesia como edificio y entidad.

El contenido de estos libros abarcaba diversos aspectos, como los gastos en reparaciones, reformas y compra de materiales litúrgicos; los ingresos procedentes de donativos, rentas, derechos parroquiales y herencias; el inventario de bienes como mobiliario, ornamentos, imágenes y propiedades; pagos a trabajadores como albañiles o carpinteros; y, en algunos casos, anotaciones sobre celebraciones religiosas o acontecimientos relevantes para la parroquia.

Estos libros constituyen una fuente de gran valor para la historia local, ya que ofrecen un retrato detallado de la vida económica, social y religiosa de las comunidades.