La historia de Cabrera no comienza ha escribirse hasta la llegada de los romanos al noroeste de Iberia. Y hablamos de historia escrita, ya que la mayoría de la información que conocemos se la debemos a los escritos de los geógrafos e historiadores de época romana, como el greco-romano Estrabón o los romanos Plinio Júnior, Floro, Seutonio, Orosio, Ptolomeo, etc.
Ástures y romanos
Los romanos identificaron a varios pueblos que habitaban al norte de la península ibérica, como a los galáicos, cántabros o vascones, y situaron a los ástures en un territorio que comprendía gran parte de las actuales provincias de León y Zamora, así como Asturias, el noroeste de Portugal y una pequeña parte del Este de Lugo y Orense. Dentro de aquel vasto dominio estaría incluída la actual comarca de Cabrera en su totalidad.
Respecto a todas estas tribus, Estrabón hace una detallada descripción de ellas en su tratado Geografía: “Todos los montañeses hacen una vida sencilla, bebiendo agua, durmiendo en el suelo y llevando el pelo largo como las mujeres… Toman sus comidas sentados, haciendo alrededor de la pared bancos de piedras. La comida se sirve en giro. Durante la bebida bailan en rueda acompañados por flauta y corneta o también haciendo saltos y genuflexiones… Todos llevan generalmente capas negras y duermen sobre pajas envueltos en ellas. Las mujeres llevan sayos y vestidos con adorno floral. Usan recipientes de madera, como los celtas…, despeñan a los condenados a muerte y a los parricidas los apedrean fuera de la ciudad o del confín… Ponen a los enfermos junto a los caminos, como hicieron los egipcios en el pasado, a fin de consultar a los viajeros que hubiesen padecido un mal parecido. Su sal es rojiza, pero machacada se vuelve blanca. Tal es la vida de los montañeses, es decir, como he dicho de los pueblos que ocupan el lado septentrional de Iberia: los Galaicos y Astures y Cántabros hasta los Vascones y el Pirineo. Ya que es idéntica la vida de todos ellos… El carácter inculto y salvaje de aquellos pueblos se explica no sólo por su vida guerrera, sino también por su situación apartada… También el territorio de algunos con su pobreza y sus montañas, debió aumentar tal falta de cultura. Nadie dirá que viven con aseo los que se lavan con orina, que se conserva podrida en tinajas y con ellas enjabonan los dientes ellos y sus mujeres, como se dice también de los Cántabros y sus vecinos. Esto y dormir en el suelo es propio tanto de los Íberos como de los Celtas”.
Pero para conocer cómo fue la romanización del pueblo ástur tenemos que retroceder hasta el año 535 a. C., cuando los Cartagineses del norte de África llegan a las costas de Andalucía, expulsando a los griegos y fenicios, y dominando todo el sur peninsular. Pero, en el año 205 a. de C., y tras las dos guerras púnicas, los cartagineses son expulsados por los belicosos romanos, que se dirigen hacia el norte, con el propósito de apoderarse de toda Hispania. La heroica Numancia los detiene durante diez largos años. Vencida, la incendian toda, sin dejar piedra sobre piedra, ni una sola persona viva.
Desde el año 139, Junio Bruto trata de vencer la resistencia de los lusitanos. Sin embargo no puede. Ni él ni otros que, tras él lo intentaron: Las legiones, las cohortes y las centurias se estrellaban contra la resistencia de los nativos. Viriato y sus héroes combaten victoriosamente a las legiones invasoras; pero el oro y la perfidia romana compran a tres capitanes de Viriato, que consiguen matarlo, envenenándolo. Muerto el prócer, la lucha tenaz prosigue sin tregua en todas partes.
Desde antiguo los pueblos prerromanos del noroeste construyen sus castros con gruesos muros de piedra, cercos y fosos, en lugares estratégicos como oteros o lomas, desde donde poder defenderse. Estos se encuentran a lo largo de todo el territorio. En Cabrera existen restos o vestigios de ellos, en La Baña, en Castrillo de Cabrera, otra en Corporales, otra más en el Puente de Domingo Flórez, y en general por toda la comarca. Sus actividades económicas eran la ganadería -caza y pastoreo-, la agricultura -lino y centeno-, alimentándose sobre todo de pan de bellotas, y las explotaciones auríferas que constituyeron el móvil de la conquista romana. Cuenta el geógrafo Estrabón (III, 3, 7) que “todos los montañeses son sobrios, beben habitualmente agua, duermen sobre el suelo y se dejan crecer el pelo muy largo, como las mujeres, pero se lo levantan con una cinta para la lucha. Se alimentan sobre todo de carne de chivo y sacrifican un macho cabrío al dios Ares, así como prisioneros de guerra y caballos”. La referencia al sacrificio es uno de los pocos datos que proporcionan las fuentes antiguas sobre el mundo religioso de esas poblaciones y está claramente relacionado con el tópico sobre el carácter natural belicoso de esos mismos pueblos de las montañas.
Efectivamente, entre los años 29 y 19 anteriores a nuestra era se fecha el principal período bélico según las fuentes literarias grecorromanas, que mencionan explícitamente cómo los ástures pretendieron atacar los tres campamentos romanos situados al pie de los montes nevados, es decir, seguramente los establecimientos campamentales de esa época que la arqueología ha documentado en la zona meseteña ástur: en Rosinos de Vidríales, Astorga y León. El ataque quedó anulado por la traición de los astures de Brigeco (junto a Benavente). El edicto en bronce de Augusto (del año 15 antes de nuestra era) encontrado recientemente en Bembibre también menciona un comportamiento dispar entre las poblaciones ástures frente a los romanos, puesto que premia a la comunidad del castellum Paemeiobrigense frente a otras que hicieron defección de la causa romana. Puede asumirse por lo tanto, que los habitantes de La Corona de Corporales estarían entre los que se enfrentaron, junto a otros, a Roma.
Pero, los vencidos no se rinden; y los que no mueren traspasados por las lanzas, logran cruzar la cordillera Cantábrica, y los montes cántabros se pueblan de héroes astúres. Astúrica (Astorga), la capital de los ástures, que el severo Plinio elogió como “Urbs Magnífica”, al verse desamparada y sola, se rindió, gesto que Augusto premió decretando que: “En adelante, Astúrica se denominará Astúrica Augusta”. Y en el mismo edicto ordena la exploración y explotación de las tierras auríferas. Pocos años después, el emperador Vespasiano nombra, a Astúrica Augusta, Capital del Convento Jurídico de los Ástures, y reconstruye parcialmente a Bérgida, denominándola “Bergidum Flavium”.
Aplastada la libertad de los nativos, el sacerdocio colonizador hace gala del sincretismo romano asimilando los dioses ástures, Teleno, y Bergo, dios celta, a Marte en el Teleno, y al dios Apolo, en la cumbre de la Aquiana respectivamente. Y los nativos de Astúrica, Bergidum y Capraria, que no pudieron huir, son reducidos. Ellos construyeron los nueve “carriles” o canales (2 bergidenses y 7 caprarenses; 2 al Norte de los Montes Aquilianos, y 7 al Sur, es decir, en la vertiente Norte del río Cabrera, que llevaban agua hasta los embalses o depósitos de Las Médulas, y que causarían la “ruinae montium” medulenses. Ellos excavaron todos los túneles y todas las galerías que al despeñar sobre ellas las aguas embalsadas producirían esas dantescas ruinas en las que se convirtió el Monte Medulio.
visita virtual a Las Médulas
Pero el régimen jurídico de estos trabajadores no era el de esclavos, sino que más bien era población, que salvo en sus clases dirigentes, las más integradas dentro de las redes de poder romanas, tenían una condición de libres pero no gozaban de ciudadanía, es decir, era población “peregrina”, según la denominación específica latina. Esta condición no quitaba que los romanos abusasen de esta población. Gómez Moreno nos describe los sufrimientos que tal romanización ocasionó en los indígenas de estas tierras: “La más desatentada prodigalidad se erige allí sobre el sudor y la sangre, cruelmente vertidos, de hombres en quienes toda privación y daño reinan y cuya vida no se tiene en más que la de un jumento. Ellos, casi desnudos bajo los rigores del frío, se calientan a fuerza de latigazos que el capataz les reparte; si enferman, no falta algún soldado que los remate piadosamente; otros se dejan matar, intentando una fuga imposible y sus cuerpos quedan insepultos por aquellos peñascales, donde caen bendiciendo la hora de acabar su vida”.
En compensación nos dejaron una vía, de Astúrica a Braceara, y aún están vigentes los puentes romanos de Nogar, Robledo y Truchas. Vestigios de castros romanos, quedan en Truchas, La Cuesta, Cunas, Corporales, Castrohinojo, Robledo sobre Castro, Castroquilame, Saceda, Noceda y Puente de Domingo Flórez. En Corporales se ha encontrado una lápida votiva datada en 163 d. C. en la que se habla de un tal Hermes, Procurador del Emperador. En el mismo castro aparecen molinos de mano, trozos de “térra sigillata” y numerosos restos de cerámica prerromana; lo que demuestra que las dos culturas, indígena y romana, no llegaron a fundirse. Eternos testigos del paso de los romanos por Cabrera, son los “carriles”, o canales, que llevaban las aguas de Capraria hasta las explotaciones auríferas del “Mons Medulium”, o Monte de las Médulas. El canal más corto sería el que trasvasaba las aguas del río Eria a la vertiente del río Cabo. Los demás canales alcanzan una longitud de 40, 50 y hasta 70 kilómetros. Esas aguas removieron 300 millones de metros cúbicos de tierras que dejaron en los lavaderos, aproximadamente, un millón de kilos de oro. En compensación a tal expoliación, las tierras y piedras arrastradas desde los lavaderos, al obstruir la salida natural de las aguas de la zona, crearon el Lago de Carucedo.
Entre la primera y la segunda década del siglo III, tal vez porque las Médulas ya no rendían beneficios, o por las miserables luchas por el poder en la Roma corrupta, los romanos abandonan la explotación aurífera de las Médulas, dejando ambas galerías, la de Orellán y la de Yeres, sin usar en la “ruinae montium”.
Gracias a esa precipitada marcha de los invasores romanos podemos hoy admirar la sacrificada obra de ingeniería. Pero, los romanos no se fueron. Se aferraron dos siglos más a las tierras hispánicas, hasta que el imperio fue barrido por el arrollador torrente del Norte y Centro de Europa.
La llegada de suevos, godos y visigodos
Los primeros en llegar fueron los suevos, en el año 409. Pero, cinco años después, son aniquilados por los godos y visigodos. Los visigodos realizan una repoblación y reorganizan el territorio, y con ello, dos hitos trascendentales para Cabrera cabe destacar:
- El Concejo, asamblea pública de vecinos -uno por cada casa- que legisla, castiga, ordena trabajos comunes y privados según normas que se recogían en las Ordenanzas. Se reunía a toque de campana y en lugares fijos: En Pombriego: Canto del Palacio; en Quintanilla de Losada: Casa del Palacio; en Santa Eulalia: Palacio; en La Baña: Penedo y en Benuza: “En el sitio del Peñedo acostumbrado para las juntas concejiles”. El Concejo es dueño y señor para organizar la vida: explotación de los cultivos temporales, velía (vecera) de ganados y riegos, uso de los molinos, vigilancia de los huertos y viñas, extensión del terreno comunal mediante “bouzas”, etc. La solidaridad entre la vecindad se manifestaba dejando el ganado para trabajar si “algún vecino tuviese la pareja enferma”, realizando las labores “si los vecinos no pudiesen hacerlas por hallarse enfermos”, y hasta el último momento, pues todos debían “ir a enterrar a cualquier difunto”.
- La cristianización de la comarca llevada a cabo por los monjes del Bierzo y la consiguiente construcción de ermitas e iglesias en lugares donde existió la presencia de culto a dioses romanos: La Guiana, Virgen del Valle, Virgen de Castro, Santa Elena, etc.
Poco duró el reinado de los visigodos: Desde el rey Ataúlfo, en el 414, hasta el rey Rodrigo, en el año 711. El día 28 de Abril de ese año, el árabe y musulmán Tarik desembarca en Gibraltar, y el 26-7-711, vence y aniquila a Rodrigo y a su ejército de cien mil hombres, en la batalla de Guadalete. Rápidamente avanzan hacia el Norte, hasta la vasta región del Convento Jurídico de Astúrica Augusta. En Cabrera, los castillos de Peña Ramiro en Valdavido y de Peña Bellosa en Odollo-Trabazos resisten los ataques, pero, al fin son tomados; y los cabreireses que pueden huir, huyen por los puertos de Leitariegos y otros, buscando refugio entre sus compatriotas del norte de Asturia, donde Pelayo, proclamado rey de los ástures en el año 718, organiza la resistencia.
El nacimiento del reino de los ástures y de León
Pronto aparecen, por las alturas de la Cordillera Cantábrica y descienden por sus valles, los jinetes mandados por el musulmán Al-Kamah, lugarteniente del emir Al-Horr. Pelayo se deja ver y los atrae a un estrecho valle de laderas muy pendientes. Y según cuentan las leyendas caballerescas, los cristianos volteando y despeñando rocas y peñascos sobre el valle, aplastan y entierran a la mayor parte de sus perseguidores. Los que sobreviven huyen hacia las montañas de Santander. Corría el año 722; y en él comienza la llamada Reconquista: Una lucha contra los musulmanes que durará 770 años, hasta la toma de Granada, en 1492, por los reyes Católicos.
A Pelayo, aclamado rey en el año 718, le sucede su hijo Favila: a Favila, su yerno Alfonso I que gobierna hasta el año 757. Pero, he aquí que el 4° rey de la Reconquista se llama Fruela I, cuyo padre fue conde con posesiones en tierras astúres de Asturias, el Bierzo, Cabrera y Valdeorras. Fruela I gobernó entre los años 757 y 768, reorganizó las fuerzas combatientes, enfrenta al árabe Abderramán Benmoavía y lo derrota, expulsando a los islámicos de toda Galicia y del Oeste de León. Con los Alfonsos, Ramiros y Ordeños prosigue la expansión del reino de León hacia el sur. Y Alfonso III (866-909) lleva las fronteras reconquistadoras hasta el Duero, nombrándose a sí mismo, “rey del Imperio Hispánico de León”. Y he aquí que, el tercer rey de ese Imperio leonés se llama Fruela II, y que en el 924 le sucede su hijo, el rey Froilaz I; y que por este tiempo, un Froilaz, hijo de un Fruela, construye un puente, de piedra labrada y de un solo y amplio arco, sobre el río Cabrera, a pocos metros de su desembocadura en el Sil, con derecho a “pontazgo” que no portazgo, y con un cobrador fijo para el cobro de tal impuesto. El que hizo u ordenó tal construcción, sólo pudo ser Froilaz I, porque en aquellos difíciles y empobrecidos tiempos, solo un rey podía acometer tamaña empresa, y obligar a las gentes al pago de tal impuesto. A la vivienda del cobrador del pontazgo, se le arrimó otra de un primer vecino, y otras más de más vecinos, y el puente de Froilaz I, fue el regio origen de la hoy noble villa del Puente de Domingo Flórez, apellido este que derivó del patronímico Froilaz, merced a la transformación del idioma romance del medievo.
La Tebaida y los señoríos de Cabrera
La Reconquista trae consigo la repoblación de la comarca en el siglo X, en la que intervienen la monarquía leonesa, la nobleza gallega y los monjes de la Tebaida berciana, especialmente el monasterio de San Pedro de Montes. San Genadio da la iglesia y la villa de San Alejandro de Santalavilla en 915, nombrando abad a un tal Genemaro. Hay testimonios escritos de otros dos monasterios: el de San Pedro Forcellas (Odollo) que Ramiro II en 935 dona a San Genadio; y el de San Cosme y San Damián, en La Baña, en el que se instalan monjes en 944, residiendo allí durante 9 años en medio de mucha penuria, trasladándose en 953 a San Martín de Castañeda (Sanabria).
Llama la atención la existencia de varios pueblos que hoy han desaparecido y cuya existencia conocemos a través del Tumbo Viejo de San Pedro de Montes: Santa María de la Veiga y Biforcos, en las proximidades de Quintanilla de Losada, San Martín de Río de Porcos, frente a Castrillo, Riverina, Villanueva de Losada y otros. También en este libro figuran los documentos en que:
- Vecinos de Corporales en 1101 (25 de marzo) dan al monasterio la iglesia de Santa Leocadia.
- Veinticinco años más tarde (6 de marzo de 1126) el mismo pueblo -queda constancia del nombre de 50 vecinos- entrega al monasterio la iglesia de San Juan Bautista.
- El párroco de Saceda -Aveyza- y 8 feligreses donan el 9 de mayo de 1144 la iglesia de San Andrés.
Son formas de buscar protección bajo el patronazgo del monasterio de San Pedro. En 1149 el abad Pedro da a los habitantes de Noceda unos fueros con los que se concedía al pueblo ciertas ventajas para que atrajera nuevos pobladores.
Fue, entrado el II milenio, que Alfonso V (999-1.028), por conveniencias políticas o familiares, dividió Cabrera, en tres diferentes señoríos: señorío de Cabrera, señorío de Losada, y señorío de Ribera: Tres de sus familiares fueron señores, y todos los cabreireses, sus siervos. El territorio de Noceda pagaba todos los años 40 medidas de pan (de centeno seguramente); deuda que fue abolida por Fernando I en 1063 con motivo del traslado del cuerpo de San Isidoro de Sevilla a León. En 1150 está fechado el documento por el que la infanta Doña Elvira, señora de Cabrera, dona al monasterio de San Pedro de Montes el pueblo de Noceda.
Allá por el año de 1145, el emperador Alfonso VII nombra mayordomo real al Conde Ponce de Cabrera. Su padre había sido agraciado al venir de tierras catalanas con la tenencia, o señorío, de Cabrera, Losada y Ribera que heredaría su hijo Ponce, a la vez que ascendía vertiginosamente en la corte pues matrimonió con una hija del todopoderoso caballero gallego Conde de Traba. Este conde se mantuvo de mayordomo hasta el final del reinado del emperador y al subir al trono leonés Fernando II, en 1157 éste lo mantiene como tal. Pero a principios de 1158 ocurrieron las famosas asonadas de Zamora y los enemigos de Ponce de Cabrera vieron una magnifica oportunidad para enemistarlo con el rey quien lo desposeyó de sus señoríos y aquel se “desnaturaliza” pasándose, junto con otros leoneses a Castilla con Sancho III. No duró mucho el enfado real, muere en agosto de ese mismo año el rey castellano y antes de finalizar el mismo ya el conde Ponce de Cabrera confirma escrituras del rey Fernando y en el 1159 vuelve a aparecer como mayordomo.
Por esas fechas, Portugal instauró su independencia; y su primer rey, Alfonso Enrique I, vio en ese cambio de modos y modas, y en la reciente desunión entre Castilla y León, un pretexto para protestar por la presencia en Cabrera, del Castillo de Truchas, y para exigir con las armas, la anexión a Portugal de los territorios de Cabrera y de Sanabria. Pero, el rey de León, Fernando II dona el castillo en litigio al Obispado de Astorga. Su hijo Alfonso IX cede a las presiones portuguesas, pero en 1202, lo pone bajo la custodia del mismo astorgano obispado. En 1326 el rey Alfonso XI (1312-1349) concede a Alvarez Núñez Osorio el señorío de Cabrera y de Ribera con sus castillos, Peña Ramiro y Peña Bellosa, y que constituye el territorio del Marquesado de Villafranca del Bierzo. Vuelven a la corona estos territorios y en 1388 pasan a pertenecer a la familia Alvarez Osorio, con los dos castillos de Cabrera y el de Cornatel. El marqués nombraba al Gobernador que residía en Quintanilla de Losada en donde había cárcel, llamada La Alhóndiga, mercado, escribanos y jueces. Situó también jueces en otros pueblos como Corporales, La Baña, Sigüeya y Casaio. En Siqüeya aún se conserva la cárcel. Al lado de los “hombres comunes” había ya grandes propietarios agrícolas que tenían obreros a su servicio o arrendaban sus tierras; algunos de éstos se rodeaban de gente armada para su defensa. Como muestras de la riqueza y abundancia del arte religioso cabe citar el arco románico de media punta en la iglesia de Corporales, el pórtico de la de Llamas y el pantocrátor -siglo XII- en la fachada del templo parroquial de Castroquilame.
En los siglos XII y XIII la agricultura se centra en los cereales -sobre todo el centeno- y el lino; la viña se extiende por Losada. El arbolado ha quedado reflejado en topónimos de pueblos actuales: Robledo, Nogar, Noceda, Saceda, Encinedo, Sotillo, etc. Por aquellas fechas Cabrera pertenece a la cultura del bosque y de la madera, materia prima para aperos de trabajo, casas, puentes, utensilios domésticos, cubas, etc. La especie animal más extendida es el cerdo (que sale a pastar) como base de la alimentación; Otros animales menos frecuentes son bueyes y para la labranza y el transporte, teniendo las ovejas y cabras mínima importancia. Es a mediados del siglo XVI en que el ganado lanar experimenta un enorme incremento; Según una estadística del Marquesado de Villafranca son más de 30000 cabezas las que pastan por sus sierras. Son momentos económicamente pujantes para Cabrera. La importancia que suponía en la economía comarcal la cabaña ovina favoreció las ferias de ganado en La Baña, Corporales, Quintanilla, Puente, etc., así como los acuerdos entre diversos pueblos para deslindar los montes. En 1669 se firmó un acuerdo entre Robledo de Losada y los seis pueblos de Cabrera de la Sierra Calva: Villarino, Iruela, La Cuesta, Cunas, Truchas y Quintanilla de Yuso; en él se menciona la “cabaña castillana”. Madoz registra en 1846 filaturas y telares funcionando en 23 de las 37 entidades de Cabrera.
En las postrimerías del siglo XV, durante la guerra civil entre Isabel I y los partidarios de Juana la Beltraneja, Portugal apoyó a esta última, con miras a anexionarse Cabrera y sus Castillos pero ganó la guerra Isabel, que llegó a ser reina de toda España y del Nuevo Mundo.
Conocemos la población de algunos pueblos en 1563: La Baña: 75 vecinos; Odollo: 52; Corporales: 43; Forna: 28 y Villarino: 15. A partir del siglo XVII surgen numerosas cofradías. Se conocen las Reglas y Constituciones de la del Sino. Sacramento de Odollo, que consta de 45 capítulos y es la más antigua. El año 1602 el papa Clemente VIII, tras una petición del Concejo, da una bula con jubileos e indulgencias a los cofrades, que obligatoriamente tenían que ser todos los vecinos de Odollo al casarse; también pertenecían a ella vecinos de Noceda, Llamas y Marrubio. La fiesta de la cofradía era el Corpus, en que “se festejaba al Santísimo con danza, a la que están obligados todos, siendo hábiles y nombrados por el cura y el mayordomo”.
Y con estas cofradías y cierta abundancia económica llega la reforma, ampliación o construcción de muchas iglesias y ermitas (en el santuario de la Virgen de Biforcos figura una inscripción del año 1601); la contratación de artistas de renombre, como Nicolás de Brujas y Lucas Fórmente a quienes el pueblo de Nogar encargan un retablo y sus imágenes, acabando la obra en 1576; o la compra de piezas de orfebrería de calidad, como la custodia de Encinedo. También por estas fechas -siglos XVI y XVII- observamos lo que constituye una larga tradición en Cabrera: las representaciones teatrales, como la Danza de Carlomagno, en La Baña, la Danza del rey Nabucodonosor, en Corporales, o los ramos cantados en las grandes fiestas de Biforcos, Santa Elena, la Virgen del Valle, etc.
La Gobernación de Cabrera
En 1602 se elaboran las ordenanzas para la Gobernación de Cabrera, que estaba dividida en tres Partidos, representados por sus respectivas Juntas:
- Cabrera y Valle de Odollo
- Valle de Losada
- Ribera y Casaio
Y estas Juntas, a su vez, estaban constituidas por un representante de cada uno de los treinta y nueve Concejos. Las reuniones del Partido de Cabrera y Valle de Odollo se celebraban en la villa de Corporales (estaban representados todos los pueblos de Cabrera alta –excepto Villarino, integrado en el Partido del Valle de Losada- y cinco pueblos de la Ribera: Odollo, Castrillo, Saceda, Noceda y Nogar). Las reuniones del Valle de Losada tenían lugar en Quintanilla de Losada. Y el Partido de Ribera y Casaio celebraba sus reuniones en Sigüeya. A este partido se le sumaban los pueblos de Casaio y Lardeira que desde el siglo XIX pertenecen a la provincia de Orense.
(Archivo Histórico Provincial de León. Caja 1701. Protocolo Notarial de 1602: Ordenanzas, fols. 52-62):
Capitulo veinte y nuebe: que trata de lobos /
Yten ordenaron y mandaron que las per / sonas que tomaren los dichos lobos grandes / o pequeños les lleben delante de la justicia / o de un regidor del partido donde se tomare / para que conste dello y se le corte una oreja / porque con un lobo no pretendan cobrar / dos o mas beces lo que se les a de pagar por / raçon dellos /.
Capitulo treinta: contra las zorras /
Yten ordenaron y mandaron que a las per / sonas que mataren zorras siendo / grandes se les pague por cada una un real / y siendo lechales por cada una medio real /.
Capitulo treinta y uno: que todos paguen para lobos y zorras /
Yten ordenaron y mandaron que los maravedis / que por raçon de los dichos lobos y zorra s/ se ubieren de pagar, se repartan / y cobren por todos los vecinos de la dicha tierra, / assi ydalgos como labradores /.
Capitulo treinta y dos: trata de la / caça del rio /
Yten ordenaron y mandaron que ninguna / persona sea osada de caçar en los rios / desta gobernaçion con ningunas arma / dixas, redes ni resecas dende dia de san Martino / del mes de nobiembre de cada año asta el dia que / se contare catorçe de febrero luego siguiente so pena de seis / cientos maravedis por cada bez que lo contrabinieren…
En 1711 la Gobernación -era gobernador Sebastián Liébana Alvarez- consagra Cabrera a Santa Teresa de Jesús, nombrándola su Patrona y se constituye una cofradía, que abarca Cabrera y Carballeda, con sede en Quintanilla de Yuso, cuya iglesia cuenta con imagen y reliquia de la Santa de Avila; allí se levantaba la Panera y el Comedor de Santa Teresa.
Con la muerte del último rey de la Casa de Austria -1700- se produjeron en Cabrera invasiones por parte de tropas portuguesas provocando muertos, ya que Portugal apoyaba al archiduque Carlos, frente a Felipe, duque de Anjou.
En 1735 tiene lugar el pleito por el que D. Pedro Franco, cura de Silván y nacido en Pombriego, se enfrenta al Gobernador de Cabrera y al Juez de Corporales ante la Real Cancillería de Valladolid, ya que, contradiciendo costumbre inmemorial, los inventarios de bienes y el reparto de herencias de menores, que solían hacer los regidores de cada pueblo teniendo de testigos a hombres “fieles de fechos”, pasaron a ser atribución de los jueces ordinarios de las jurisdicciones en que Cabrera se dividía, causando enormes gastos. La Real Cancillería da la razón al vicario de Silván y con él, al pueblo.
Por el Catastro de Ensenada, elaborado en 1752, vemos que en cuanto a cultivos poco se cambió respecto a siglos pasados y que los cabreireses seguían en el ímprobo esfuerzo que de siempre habían entablado con el medio natural para satisfacer sus necesidades primarias, cuando declararon que debían “usar de extraordinaria cultura por ser la zona montañosa y menester labrar la tierra a brazo, y verse obligados a sacar su fruto a la espalda por la fragosa situación del terreno…”. Lo que sí se percibe en este documento son actividades nuevas, como la cría de muletos en Valdavido, Truchas, Iruela y Villarino para llevarlos a ferias andaluzas, la de Mairena especialmente; y la arriería al estilo de La Maragatería. Y alrededor de 73 vecinos de Cabrera Alta practicaban la arriería, trayendo vino del Valle de Valdeorras a lomos de sus mulos y vendiéndolo en Cabrera. Así, en Truchas: “cuatro vecinos trafican en vino que compran en el Valle de Valdeorras y lo venden en esta Gobernación… todos cuatro tienen dicho tráfico en tiempos determinados del año, que no les embaraza la asistencia al cultivo de sus haciendas”. En Cunas, cinco arrieros comercian en vino de Valdeorras “de mes en mes”, cuando están desocupados de sus labores y han recogido los frutos. En el lugar de Valdavido sabemos que había doce arrieros de solo vino “que estaban desocupados del cultivo de sus bienes”, con uno o dos mulos cada uno (alguno de ellos, ayudado también por un “rocín”) traían vino de Valdeorras para venderlo en Cabrera. Y en Forna: “Existian trece arrieros que sin tenerlo por ofizio por ser labradores tratan por casualidad en vino y otras cosas con caballerías maiores y menores”. La Baña fue el centro de la arriería hasta principios del presente siglo, existiendo posada y una gran cuadra para las caballerías. La ruta a seguir era La Bañeza, Castrocontrigo, La Baña, Lardeira y Sobrádelo, exportando Cabrera centeno, habas, nueces y garbanzos. El trayecto La Baña-Lardeira fue testigo de muertos por congelación, debido a la mucha nieve acumulada en las pendientes de Las Devanaderas y Degollada, en la sierra de Campo Romo.
En este Catastro también se habla del lino y de los molinos, así en Cabrera Alta las abundantes cosechas de centeno nos dan cuenta los 82 molinos harineros que se registran. También el cultivo del lino tuvo su importancia y había tejedores en varios pueblos, solo trabajaban los meses de invierno, así: “un tejedor de lienzo de su cosecha en tiempo de invierno” (Pozos) y “ocho tejedores de lienzo grueso y estopa, cada uno de ellos solo con un telar, sin oficial ni aprendiz, en cuyo oficio trabajaban únicamente cuatro meses en el invierno” (Villarino) o “siete tejedores de lienzos y estopa, tres meses en invierno” (Iruela). En total se suman 46 tejedores de lienzo en Cabrera Alta. Algunos tejían también lana y hacían paño pardo: “veinte tejedores de pardo, lienzo y estopa”, en Corporales, donde había un batán o pisón para desengrasar y enfurtir los paños. Unos siete vecinos, de Truchas, Corporales, Manzaneda y Quintanilla de Yuso, comerciaban con los lienzos tejidos en Cabrera, y solían llevarlos a vender al mercado de Mombuey, en tierras zamoranas.
En Cabrera Baja ocurría tanto de lo mismo: De la importancia que tenía el cultivo de cereales, principalmente del centeno, nos hablan los 52 molinos harineros, en nueve pueblos (más los 14 de Casayo y los 4 de Lardera). Solamente en La Baña (con 144 vecinos) se citan 21: “veinte y una paradas de molinos harineros, molientes con agua del río, sin otras siete que están muy arruinadas”. También aquí había dos batanes movidos por fuerza hidráulica. (Y otro batán en Casaio). Unos 25 tejedores encontramos en estos pueblos del Valle de Losada y, entre ellos, se destaca Trabazos con siete tejedores de lienzo (en un lugar que tenía 50 vecinos), seis había en La Baña y dos de ellos tejían “mantas de lana y tasco”. En Poma tejían lienzo cinco vecinos, tres en Encinedo y Losadilla y otro en Quintanilla (en Casaio tenemos un tejedor de lienzo).
En la Ribera los molinos se acercaban a los 100. Solamente en Silván (con 145 vecinos) había 15 molinos, “trece de ellos molientes con agua de arroyo, y los otros dos arruinados, el uno por pobreza de su dueño y, el otro, por estar ausente en el reino de Galicia”. En Lomba habían un batán y en Sigüeya un tejedor de paño pardo. Sigüeya era pueblo importante en La Ribera, con 105 vecinos, tenía un juez ordinario y un escribano de número. Un sastre y un herrero se nombran también en este lugar. Otros dos herreros había en Marrubio; un herrero, en Castrillo. Y en Odollo, herrero y fragua del común.
De la herrería de Pombriego nos dice el Catastro de Ensenada: “hay principiada una Herrería para fábrica de yerro, perteneze al Real Monasterio de San Pedro de Montes, Orden de San Benito, cuya obra está suspensa por pleito que a movido dicho Señor Marqués de Villafranca, como dueño de este lugar”. Este pleito retrasará el funcionamiento de la herrería hasta la primavera de 1761 (según José A. Balboa de Paz). Dos arrieros que trajinan con vino encontramos en Nogar, y esta curiosa respuesta en el pueblo de Odollo: “aunque en el pueblo hay muchos machos y pollinos de carga, no les emplean en arriería por que su destino es para portear leña y frutos”. Así mismo, los machos de carga que había en Castrillo se empleaban “en conducir leña y estiércol a muchas heredades, a donde no transita carro por lo quebrado de la tierra, y no trafican con ellos en cosa alguna”.
Entre los oficios que recoge el Catastro de Ensenada de Cabrera Alta, destacan los herreros. Y en pueblos como Valdavido, con dos fraguas, una de ellas del común y la otra del herrero. No faltaban los sastres, zapateros, barberos, albañiles, taberneros y el encargado de vender el tabaco. La gran mayoría de los vecinos de Cabrera Alta eran labradores y tenían ganado: vacuno, lanar, cabrío, caballar, mular y porcino. También consta en la documentación la abundancia de colmenas en estos lugares: en Truchillas, con veinticinco vecinos, había 97 colmenas. Para el Valle de Losada los oficios de herrero, carpintero, zapatero, sastre, barbero, tabernero, escribano, se documentan en alguno de estos pueblos. Y en este Valle de Losada, como en otras zonas de Cabrera, también abundan las colmenas. En la Ribera en varios pueblos, algún vecino se ocupaba del estanquillo del tabaco, así en Nogar, Saceda, Yebra, Pombriego, etc., y, otros, de la venta del vino al por menor. El cuidado de las colmenas era una actividad bastante generalizada en estos lugares.
La decadencia del siglo XIX
El siglo XIX marca el declive de Cabrera, al cargarse de habitantes; el mildiu y la filoxera acaban con el viñedo; De nuevo se siembran “bouzas” más altas que nunca; se introduce la patata a costa del lino. La actividad minera en Saceda y la compra y puesta en funcionamiento de la herrería de Pombriego por parte de los ingleses, que tuvieron lugar con el cambio de siglo, no evitaron el gran empobrecimiento de esta comarca.
La invasión francesa (1808-1814) también se deja notar en Cabrera al ser paso hacia Galicia: En el libro de cuentas de la parroquia de Pombriego queda constancia del apoyo económico a la organización de resistencia en el pueblo. En Corporales existió un destacamento militar y ocurrió la muerte de dos franceses y un paisano español en 1810.
En el siglo XIX aparece Cabrera Alta en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, año 1845-1850: La población se mantiene cercana a los setecientos vecinos. Se continúa con el cultivo del centeno, lino, patatas, legumbres y pastos. Cría de ganado: vacuno, lanar y cabrío, principalmente. Algunos telares de lienzo del país funcionaban en Villar del Monte, Quintanilla de Yuso, Valdavido, Iruela, Villarino y Truchas, donde también se tejían “paños ordinarios” y había un batan. La recría de mulos o “muletas” se centra en los pueblos de Truchas, Iruela, Valdavido y Villarino. A los dos o tres años se llevaban a vender -según Madoz- a ferias de Andalucía: “muletas que recrían hasta los dos o más años, llevándolas a la feria de Mairena” (Truchas) o “recriación de muletas que llevan a Andalucía a los dos o tres años” (Valdavido). También Madoz nos da cuenta de las Escuelas de primeras letras que había en lugares de Cabrera Alta: en Iruela, Manzaneda. Pozos, Quintanilla de Yuso, Truchas y Villar del Monte. En Manzaneda, la escuela era por temporada: “escuela de primeras letras por temporada con la dotación de treinta reales y el honorario de los veinte niños que la frecuentaban”, este pueblo tenía en aquella época 56 vecinos. Y en Iruela, con 50 vecinos: “escuela de primeras letras, sin dotación fija, a que asisten veinte niños”. La escuela de Pozos estaba “dotada con 250 reales” y a ella asistían unos veinte niños, con una población de 22 vecinos. La dotación de las escuelas solía correr a cargo de los Ayuntamientos, o complementarse con la aportación de los propios alumnos, en dinero o en especies. Según otra fuente documental del año 1884 (Juan Sáez de Parayuelo y Gallarza) en la Cabera Alta había Escuelas permanentes en Corporales, Manzaneda, Quintanilla de Yuso y Truchas. La dotación de estas escuelas permanentes salía del presupuesto municipal y, en muchos casos, el personal y material de las escuelas públicas de primera enseñanza se incorporaban a los presupuestos generales del Estado.
Madoz también nos cuenta del Valle de Losada: La sede del Ayuntamiento era La Baña y se agrupaban aquí nueve pueblos -Robledo, Quintanilla, Ambasaguas, Santa Eulalia, Encinedo, Trabazos, Forna, Losadilla y La Baña- ya que Castrohinojo pertenecía entonces al Ayuntamiento de Castrillo. Actualmente es Encinedo la cabeza del Ayuntamiento del Valle de Losada, un municipio con nueve pueblos. En varios lugares había telares de lienzo -Robledo, Santa Eulalia, Trabazos, Quintanilla- y de lana y lino, en Ambasaguas y La Baña. Se recogía mucho y excelente lino, sobre todo en Ambasaguas y Losadilla, según Madoz. Cría de ganado vacuno, lanar y cabrío se documenta ampliamente. También las Ordenanzas municipales del siglo XIX nos dejan constancia de esto. Así, por ejemplo, las de Encinedo, año 1886, refiriéndose en el capítulo 14 a La Vecera de la Sierra dice: “En los primeros días de Junio de cada año es costumbre de pujar la vecera o cabaña si hay quien la guarde y sino sacarla de velía entre los vecinos, esto se entiende con los arreses bravos que son de un año cumplido el día de S. Pedro, hasta tres años, y los rreses que llaman mansos son de allí arriba y se sacaran en dicho día de S. Pedro. De éstos se esceutúa (sic) los que en dicho día no hayan cumplido un año de paridos y estarán en dicha Sierra hasta el día siete de Setiembre, a no ser que el Concejo acuerde de traerlos antes”. En cuanto a caza mayor consta la existencia por estos montes de jabalíes, corzos, cabra montes, ciervos y gamos. Madoz cita también la pesca en algunos de estos lugares. Escuela de primeras letras había en Quintanilla, Robledo y Trabazos, según Madoz. Y ya en 1884 se reseñan también Escuelas permanentes en pueblos como Encinedo, La Baña y Robledo.
Castrillo y Sigüeya eran los dos municipios de La Ribera, con unos 460 vecinos, el primero y 240 el segundo. A los pueblos que en la actualidad forman el Ayuntamiento de Castrillo -Marrubio, Noceda, Nogar, Odollo y Saceda- se sumaba en el siglo XIX el lugar de Castrohinojo, donde había buenos pastos y el ganado vacuno era tan bravio “que hasta los bueyes de labor se corren en los pueblos del país”, escribe Madoz. Y este mismo autor comenta y valora el empedrado de las calles de Marrubio: “a este lugar situado en una pendiente, le hermosean algún tanto los empedrados de que se hallan cubiertas todas sus calles”. Algunos telares de lienzos caseros y de lana burda se documentan en Castrillo (con 62 vecinos). Y una escuela en los meses de invierno, a la que asisten 20 niños. También había escuela en otros pueblos de este Ayuntamiento: en Odollo, Saceda y Nogar, en este último lugar “escuela de primeras letras por temporada”. En 1884 sabemos que funcionaba además una Escuela permanente en Castrillo y otra en Odollo. En cinco de los nueve pueblos que formaban el Ayuntamiento de Sigüeya (actualmente de Benuza) se documentan “telares de lienzos caseros o del país”, así en Santalavilla, Sigüeya, Silván, Sotillo y Yebra. En Pombriego se comerciaba con las cosechas de vino. En estos lugares había viñas y castaños. En Llamas a orillas del río Cabrera se construye una herrería h. 1859, un siglo más tarde que la de Pombriego. Esta herrería de Llamas era de propiedad particular (según José A. Balboa de Paz). Por los montes de esta zona había abundante caza: jabalíes, corzos, ciervos, gamos. Sobre la montería de lobos nos hablan las Ordenanzas de varios pueblos. Así, por ejemplo, las de Silván, año 1856: “Ordenamos que se hagan cada un año tres monterías en persecución de animales dañinos, la primera en el mes de Abril y la segunda en el mes de Mayo y la tercera en el mes de Julio, talando y corriendo el monte, por ver si puede conseguirse la captura de algún cachorro montesino y el estravío de sus padres a otros puntos, el vecino que faltare a esto se le aplica la pena de ocho reales de castigo (Capítulo 21)”. Así mismo recoge Madoz la importancia que tenía la pesca de truchas y de anguilas en algunos de estos lugares. Se nombran Escuelas de primeras letras en la mayoría de estos pueblos. En Benuza (con 61 vecinos): “escuela de primeras letras, dotada con 200 rs de obra pía, a la que asisten 24 niños de ambos sexos” y en Llamas (con 50 vecinos): “escuela de primeras letras por temporada, con la dotación de 160 rs, a que asisten 16 niños”. Escuelas había también -según Madoz- en Pombriego, Sigüeya, Silván y Sotillo. A finales del siglo XIX -según datos del año 1874- ya funcionaban también Escuelas permanentes en Benuza, Pombriego, Sigüeya y Silván.
La desamortización -siglo XIX- deja su huella en Cabrera con la llegada de familias foráneas, venidas de Astorga y Valdeorras, que compraron bienes eclesiásticos y civiles, privando a los inquilinos de sus medios de vida y despojando a los Concejos de los terrenos comunales; aparecen los grandes caciques y los comerciantes usureros de tan infausto recuerdo para esta tierra. Consecuencia de todo esto es la constante social que más sangría ha causado a esta comarca a lo largo de los últimos 150 años: la emigración. Hacia América los de Corporales e Iruela -especialmente los apellidos Liébana y Carrera- que fundaron la ciudad de Tres Arroyos (Argentina), cuya calle principal lleva el nombre de “Avenida de Corporales”; a Andalucía, a las minas de Río Tinto o a la campaña del aceite pasando allí seis meses y haciendo el viaje a pie durante quince días; a las obras hidráulicas del Sil o a las cercanas minas de volframio en las sierras de vecino Casaio, provocando la muerte de muchos vecinos de La Baña por silicosis; y a las ciudades industriales de España y del extranjero.
Quizá el emigrante más famoso sea el Relojero Losada, cuyo nombre original era José Rodríguez Conejero, que nació en Iruela, siendo bautizado el 8 de mayo de 1797. La casa en que vino al mundo y que se levantaba en la orilla derecha del río y junto a la fragua, hoy no existe. A los 18 años huye de casa tras la paliza paterna por perder una de las terneras que cuidaba. Vaga por Sanabria, Extremadura y, pasados unos años, lo hallamos en Madrid como oficial del ejército. Debido a sus ideas liberales tuvo que huir a Inglaterra; una vez en Londres, entra a trabajar como mozo de limpieza en el taller de un relojero, familiarizándose con esta industria, llegando a ser el mejor fabricante de relojes de su tiempo. Fue nombrado Cronometrista de la Marina española y de la Casa Real y es autor de reloj de la Puerta del Sol. En 1860 viaja a su pueblo natal regalando a la parroquia un altar del Santo Cristo, vestiduras litúrgicas y un reloj para la torre de la iglesia, que no llegó a su destino al no poder ser transportado por la inexistencia de carreteras. Muere en Londres el 6 de marzo de 1870.
La Guerra Civil y los guerrilleros
Si la Guerra Civil apenas se dejó sentir por estas tierras, no podemos decir lo mismo de los 12 años que la siguieron. La guerrilla fue consecuencia de la represión llevada a cabo contra todo vestigio republicano por parte de los vencedores de la contienda. La presencia de “huidos” y de fuerzas del orden sembró el pánico en los pueblos y en el corazón de sus gentes. El guerrillero más famoso en Cabrera fue Manuel Girón Bazán; con su muerte el 2 de mayo de 1951 en las proximidades de Molinaseca terminó la presencia guerrillera. Don Manuel, cura de Odollo -el cura viejo- durante estos años sufrió las consecuencias de esta situación. Un día en la fiesta de la Virgen del Valle durante el baile se presenta un individuo todo roto, con la barba crecida y muy mala traza. Algunos al verlo, pensaron que era un huido. Este individuo, cuando se estaba tocando una pieza, se acerca a una chica de Madrid y la saca a bailar. La chica se asusta al verlo y no quiere. Entonces al acabar la pieza el cura se acerca a la chica y le dice “Hiciste mal en no bailar con ése, es el oficial que manda la tropa de Odollo”. Cuando ya había oscurecido el oficial disfrazado se dirige al cura y le dice “Don Manuel, tengo muy cargada la conciencia y quisiera confesar”. Van detrás de la ermita y se meten en una zona oscura, y nada más sentarse en el suelo, el oficial le coloca una pistola al pecho y dice: “Usted tiene que caer esta noche. Usted, diciendo a esa chica quién era yo, me echó a perder un plan para coger esta noche a todos los huidos, así que tiene que caer”. El cura contestó: “Señor oficial, si dije eso a la chica, fue a favor de usted. No me gustaba que hicieran desprecio de un oficial tan valiente”. Al final el oficial colgó el arma al cinto y volvieron al baile, y el cura regresó a Odollo con sus feligreses.
La andanza de Manuel Girón Bazán no es concebible -ni entendible- sin la comarca leonesa de Cabrera, un espacio de montaña poco comunicado (por entonces casi inaccesible) que se extiende por el Suroeste de la provincia de León en su límite con Zamora y que parece acurrucarse contra la Sierra del Eixe orensana en un último esfuerzo por resistir no se sabe qué históricas hostilidades; una tierra poblada por unas gentes humildes y generosas que soportaron sobre sí, entre los años 1936 y 1951, el rigor de una guerra denodada e implacable entre las fuerzas encargadas de la represión (sobre todo, la Guardia Civil) y los hombres del maquis, con los que compartieron -no siempre de buen grado, y tampoco todos- un destino de adversidad y de miseria, que en muchos casos se saldó con la emigración, cuando no con la muerte.
Cabrera, que reunía por entonces unos diez mil vecinos en sus pequeñas aldeas, se convirtió -junto con los pueblos altos de la Sierra del Eixe orensana- en el refugio preferente de un centenar de fugitivos (sobre todo gallegos, leoneses y asturianos), que al perfilarse la derrota de Hitler en la II Guerra Mundial, pusieron en pie la primera organización armada antifranquista en España, que llevó el nombre de «Federación de Guerrillas de León-Galicia». La lucha que llevaron a cabo atravesó por distintas etapas, desde la fase inicial de huidos, pasando por la de guerrillas, hasta la última, de decadencia y descomposición, un desarrollo al que bien cabe la reflexión napoleónica de que «las guerras largas matan la moral». Los hombres del maquis, que en su mayoría empezaron por ser huidos aislados cada uno por su particular causa -y a veces vengadores solitarios de esa misma causa-, se unieron luego por razones de supervivencia, se sometieron a códigos guerrilleros mientras duró la esperanza de un cambio político en España, y se deslizaron finalmente hacia el bandolerismo cuando esta esperanza se desvaneció. En esta última etapa, la mayor parte de los hombres del monte, muy escasos en número, redujeron su actividad a operaciones de mera subsistencia. Eran ya sólo condenados a muerte en rebeldía que sobrevivían cada día a un mayor acoso y que demoraban insensatamente su intento de salir de España (que era en verdad la única esperanza que les quedaba, cuando oficialmente ya no eran otra cosa que un problema de orden público en una avanzada fase de erradicación).
Así estaban las cosas al final de la lucha, cuando al lado de Girón apenas quedaban cuatro hombres y una mujer. Pero ¿se veían así, por aquellos años, desde el mirador aislado y casi impenetrable –solitario y solidario- de Cabrera? en otras palabras: ¿era Girón un hombre ciego, necio o loco cuando, tan tardíamente, apostaba por resistir allí, o en verdad su presencia aún encamaba, en aquel espacio, una esperanza cierta de redención para algunos, aunque fuese ya en los límites del espejismo? Son preguntas que no siempre tienen una única respuesta. ¿Quién era y que representaba Manuel Girón en Cabrera en aquellos años? Para algunos era amo y señor en aquellas tierras aisladas: algo así como «el rey de Cabrera». Para Gafas -uno de su íntimos-, era un león en sus propios dominios (esto es, justamente «el rey de la selva», y Cabrera tenía mucho de selva, sin llegar a tenerlo todo). Para otros, de visiones menos favorecedoras -y también menos mitómanas-, era sólo un perseguido con el que había que convivir y cuyo valor alargó interminablemente su agonía. Quedaba por fin, un último grupo para el que Manuel Girón era sola y sencillamente una maldición, ya que su carácter o calidad de irreductible sólo hacía prolongar la guerra en la zona, con todas sus secuelas de pavores, desastres y atrocidades.
Desde cualquiera de las perspectivas que se observe la situación, se advierte que Cabrera, un espacio de pacíficas y casi interminable soledades (limítrofe de las eremíticas tierras de Peñalba y el Valle del Silencio, donde un día floreció la Tebaida leonesa), se convirtió en aquellos años en un escenario acotado para el terror y para la violencia, y también para la impunidad. La guerra civil española, que había terminado oficialmente en 1939, perduró en este rincón olvidado de nuestra geografía hasta más allá de lo razonable. Quizá estaba escrito en el destino de esta tierra que allí agonizaría un león -dicho sea en el sentido más natural de la palabra- y que esta agonía habría de ser en buena parte compartida por los habitantes de la comarca: los recios y sufridos cabreireses, hombres sabedores de viejas tradiciones y lealtades.
El desamparo de las administraciones
La falta de comunicaciones ha sido la principal causa de los problemas sociales y económicos de Cabrera, desde un olvido total por parte de la Administración. En un periódico de 1913 leemos: “En toda esta comarca, de más de 70 leguas cuadradas, ya veis que no la cruza ni una carretera ni existe un puente, ni la menor obra hecha por el Estado”. En 1934 las carreteras terminaban en Castrocontrigo, en la de Astorga a Sanabria, y en Castroquilame desde Puente de Domingo Flórez. En 1937 se empezó la carretera Castrocontrigo-Truchas, corriendo este trabajo por cuenta de un grupo de prisioneros de la guerra civil. Un vehículo de motor pudo llegar a Truchas en 1940, estableciéndose una línea de viajeros a Castrocontrigo. En 1948 se prolongó la carretera por el río Cabrera hasta Pombriego. La que uniría las dos Cabreras, de Truchas a La Baña, se inició en el año 1950 con cargo a los fondos del Estado llegando hasta el Alto de Carvajal, donde permanecieron interrumpidas las obras hasta 1963 en que llegó a Quintanilla de Losada, corriendo la Diputación de León con los trabajos. En los años siguientes se realizaron los tramos Quintanilla-La Baña, Truchas-Corporales, Corporales-Odollo, Pombriego-Odollo, Pombriego-Benuza y Pombriego-Silván. El proyecto de carretera entre La Baña y Casa La Cueva para unir Losada con Valdeorras echa a andar en 1979 con la apertura de la caja, siendo asfaltada en el verano de 1980, así como el tramo Odollo-Herrería de Llamas. En la primavera de 1981 se quiere meter piedra en el piso de la carretera Casa La Cueva-La Baña, pero la negativa por parte de algunos vecinos de ceder los terreros hace que la obra se encuentre parada hasta finales del mismo año. Por esas fechas los tramos Quintanilla-La Baña y Corporales-Nogar son objeto de una buena reparación y ampliación. A finales de la década de los 80 se construyen los caminos de Truchillas a Escuredo, de Corporales a Ponferrada por El Morredero y de La Baña a Silván, terminados de asfaltar hace pocos años. Los más de 250 Km. de caminos asfaltados con que cuenta Cabrera favorecieron la progresiva dotación de servicios a sus núcleos urbanos: correos, teléfono, luz eléctrica, agua corriente, alcantarillado, pavimentación de calles, etc.
Un hecho importantísimo en la reciente historia de Cabrera es la publicación en 1964 de “Donde Las Hurdes se llaman Cabrera”, por la pluma de Ramón Carnicer. El relato del viaje a pie que éste realizó remontando el río Cabrera desde Puente hasta su nacimiento, pasando a Silván y terminando en Benuza, desde el 27 de junio al 3 de julio de 1962, fue un aldabonazo a la inercia con que se tenía amordazada a esta comarca. No es un simple libro de viajes; debajo de sus palabras palpita una honda preocupación social. Sus páginas recogen los paisajes y personajes más variados, pero sobre todo, la problemática de un abandono secular que tendía a perpetuar un ostracismo hiriente. El autor sufrió grandes críticas por este libro, tal vez venía con prejuicios establecidos dando claras connotaciones a su relato, en el que no destacó la hospitalidad que recibió de la gente de Cabrera.
A lo largo del siglo XX cinco informes técnicos se han realizado sobre Cabrera. El primero -1932- que es breve, se fija en aspectos como la vivienda, educación, alimentación, etc.; propone un plan urgente de carreteras y valora el trabajo comunal de los vecinos. En 1964 Cáritas diocesana, desde una óptica de desarrollo, contempla con enorme pesimismo la realidad cabreiresa; la única solución que propone es la “erradicación total de la población” y una preparación de la gente para la emigración. La Diputación de León en el intervalo de 15 años -1965 y 1980- elabora dos estudios sumamente amplios, tocando aspectos geográficos, de población, socio-económicos (educación, sanidad, agricultura y ganadería, transporte, comercio, vías de comunicación…), administrativos (presupuestos de los ayuntamientos, inversiones realizadas, etc.). El primero, profundamente optimista, resalta como pilares del futuro económico los saltos de agua, la repoblación forestal y la explotación ganadera. El segundo refleja la evolución de los diversos sectores y destaca el aspecto dinaminazor de las extracciones pizarreras. El último data de 1981, a raíz de la declaración de Cabrera como Comarca de Acción Especial. Por primera vez se hace el estudio con encuestas a la población; dedica un largo capítulo a las canteras de pizarra.
Si la emigración en la década 1960-70 provocó en Cabrera la inversión del crecimiento natural y el resquebrajamiento de la actividad productiva tradicional y la estructura social de los Concejos -sirva como ejemplo la pérdida de 977 habitantes (40%) en el municipio de Benuza durante ese período-, la puesta en explotación de las pizarras constituyó en la década siguiente una enorme fuente de riqueza que ha trastocado las perspectivas de muchas personas y pueblos, así como la organización comarcal. La excelente calidad de las pizarras paleozoicas del Llandeilo y su buena exfoliación permite que un bloque arrancado en la cantera se transforme en la nave en un producto bien acabado: pizarras de techar. En 1986 eran casi 600 personas las que trabajaban (37% de la población activa) en más de 40 explotaciones localizadas en Cabrera Baja y el área de Puente de Domingo Flórez, siendo La Baña, Corporales, Lomba, Sotillo, Odollo, Benuza, Pombriego y San Pedro de Trones los principales focos de la industria pizarrera. Esta explotación -y el dinero que de ella se deriva- no debe impedirnos ver la agresión que ocasiona al medio ambiente: contaminación de las aguas, deterioro de la naturaleza agraria y pecuaria del entorno, repercusión en la flora, etc. Por otra parte, estamos ante un recurso no renovable, cuya extracción hay que “racionalizar” para no atentar contra el potencial paisajístico de la comarca. Es hora de darse cuenta de que Cabrera no puede esperarlo todo de sus canteras.
A finales de los años 70 -marzo de 1979- de un proyecto social y cultural por parte del Centro “Virgen de Biforcos” en Quintanilla de Losada salió a la luz una revista de frecuencia bimensual con el nombre de SERANO, “la vieja palabra cabreiresa evocadora de las tertulias en las largas noches invernales”, en palabras de su Director, Manuel Garrido. “Su estructura fue pensada para desarrollar dos líneas fundamentales; por una parte, el tratamiento de los temas de mayor importancia local, como la sanidad, la educación y la escuela, la participación ciudadana en la administración municipal y vecinal, el cuidado de la naturaleza. En segundo lugar, la reflexión sobre el ser mismo de Cabrera, definido en la tradición y en los acontecimientos de la historia y también mágicamente expresado en las leyendas y narraciones populares”. Según Concha Casado “la revista Serano fue un aldabonazo para la valoración del patrimonio cultural de Cabrera que, bajo las cenizas de un aparente abandono, mantenía vivo el rescoldo”. Durante tres años y cinco meses salió a la calle en 22 ocasiones con una tirada media de 600 ejemplares, la mitad de los cuales salían de Cabrera en busca de los emigrantes. Sin duda que sirvió como vehículo de comunicación y medio para aunar esfuerzos. Esta revista había tenido una predecesora llamada “EL CATALEJO” fundada por un medico de la zona que con una docena de copias manuscritas se repartían a los curas y a los maestros.
El día 25 de Octubre de 1990, el municipio de Encinedo quedó prácticamente desierto. Al amanecer ese día, una caravana formada por nueve autobuses e incontables coches particulares subió el puerto del Carbajal, dibujando la más alta ocasión que vieron los siglos cabreireses: algo más de mil personas en viaje reivindicativo. Luego, entre las 11,30 y las 3 de la tarde, ocuparon las calles de León en una manifestación impresionante, seguida con curiosidad y simpatía por los viandantes de la capital, que en su vida habían visto cosa parecida: aquella masa con niños al frente, salpicada de pancartas y de viejas mujeres con su pañuelo negro en la cabeza. Estaban allí para demandar un Centro de Salud en el municipio, protestando al mismo tiempo contra ciertas decisiones de las autoridades sanitarias de la provincia. En el año 2017 inmensas lenguas de fuego calcinaron más de 10.000 hectáreas de monte cabreirés en un radio de 100 km. En aquel momento el pueblo cabreirés demostró ser una comunidad unida y un fiel reflejo de nuestro viejo concejo leonés, primero haciendo frente al fuego desde cada pueblo con los pocos medios que se disponían y después movilizando a cientos de personas para condenar y mostrar el rechazo a los fuegos provocados, reivindicando el respeto a nuestra tierra y nuestro entorno natural. Por fin la gente ha tomado en sus manos las riendas del destino, ahora es el tiempo de aprovechar la inercia de ese golpe inesperado y asombroso. Porque queda pendiente todo lo demás, empezando por la misma convivencia ciudadana y municipal: El futuro de esta comarca lo deben esculpir los jóvenes.